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Empresas privadas, clubes y piscinas. El waterpolo en un péndulo viciado

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Disponer de una piscina para entrenar todos los días las horas apropiadas para la práctica del waterpolo se ha vuelto un lujo. La irrupción de las empresas privadas subcontratadas por las instituciones públicas para el mantenimiento y dinamización de las instalaciones ha tenido consecuencias directas en nuestro deporte.

En algunos casos la armonía entre empresas y clubes ha sido positiva, en otros sin embargo, perjudicial. El último caso, el del Sant Adriá. Hay empresas que en lugar de ver el deporte como una herramienta para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, ven la gestión como una forma de explotación – en su acepción económica-, adjudicándose los concursos públicos en no pocas ocasiones a través de los lazos de parentesco, amistad o militancia política para perjuicio social. Los casos han sido notorios en los últimos años de esta esperpéntica España.

Pero ese es otro tema que da para más de una tesis doctoral o un auto judicial según por dónde se mire. Disponer de lámina de agua para las categorías inferiores y equipo absoluto es como buscar El Dorado. Cada año las entidades deportivas hacen malabares para encuadrar horarios y explotar al máximo las pírricas posibilidades que se ofrecen. O lo tomas o lo dejas.

Que este deporte está en sus horas más bajas a nivel institucional es algo evidente. Cada año las reglas varían en función de cómo sopla el viento en Ginebra. Sin embargo, en el ámbito deportivo, nos encontramos en una situación inmejorable con más fichas que nunca y con una presencia evidente más allá de los territorios históricos de Catalunya y Madrid. Cuando uno mira las fotos en blanco y negro de este deporte, es inevitable preguntarse qué nos ha pasado.

Antes bastaba un puerto o una cala, unas corcheras y una portería y el público acudía masivamente a disfrutar de los ‘sportsman’. El deporte en su esencia. Hoy la afluencia de asistentes a los partidos se limita a familiares y el jugador o jugadora que cambia constantemente de pareja.

Montenegrin Second League of Water Polo Kumbor

Nos ponemos coto nosotros mismos con reglas de disputar partidos en piscinas reglamentarias. Sin atender que las construcciones de piscinas por parte de los órganos públicos atiende por lo general a razones económicas –cuánto cuesta hacerla y, sobre todo, mantenerla-.

No fomentamos la práctica de este deporte en verano en nuestras costas de manera oficial más allá de torneos que a título individual salen en ocasiones y que son, por lo general, todo un éxito.

No es la primera vez que se habla del tema. Tampoco será la última. Ahora que en este país le hemos cogido el gusto a las elecciones y que la RFEN está inmersa en este democrático proceso, quizás sería de recibo que alguien cogiera algún apunte si le parece oportuno.

Dos notas antes de concluir. Uno la admiración a los clubes modestos que ante cualquier adversidad sacan el ingenio y la tenacidad para sacar adelante este deporte con unos límites presupuestarios y de espacio tremendos. Ellos son el coraje del waterpolo.

Dos. Es fantástico aquellas webs especializadas en informar sobre este precioso deporte, tienen el agradecimiento de sus lectores al tratarse en muchas ocasiones de una labor desinteresada. Pero a pesar de ser un ávido lector de todo lo que rodea el waterpolo,  se echan en falta análisis y reflexiones  sobre la situación de este deporte y su deriva, más allá de si este equipo ha ganado o si aquel jugador dice aquello. Es una pauta que se repite y esos contenidos tienen una caducidad determinada en el tiempo.

¿Cuál es tu opinión sobre la irrupción de las empresas privadas en las piscinas?

¿Cuál es tu experiencia?

¿Cómo armonizar ambos intereses?

¿Se podrían aprovechar las costas para practicar este deporte?

¿Lo harías oficial?

Ahora te toca a ti.

 


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